MUJERES EN GUERRA
El Costo Invisible De Los Conflictos Armados

Por Marjorie Bow
En los titulares de las guerras que asolan el mundo, los nombres de generales, líderes políticos y cifras de bajas suelen acaparar la atención. Sin embargo, entre las líneas invisibles de los conflictos, las mujeres son protagonistas de un drama silenciado que, aunque crucial, raras veces ocupa un lugar central en el discurso mediático o en las mesas de negociación.
En Gaza, las mujeres sobreviven en condiciones que desafían cualquier imaginación. Atrapadas en un fuego cruzado interminable, muchas han enviudado, perdido a sus hijos o han sido desplazadas de sus hogares. Según cifras recientes, más de 10,000 mujeres han muerto en el conflicto, de las cuales 6,000 eran madres, dejando atrás a 19,000 menores huérfanos. Las que sobreviven enfrentan la inanición, la pobreza extrema y la constante amenaza de violencia.
Las cifras, aunque impactantes, no logran transmitir el peso de estas realidades. Las mujeres de Gaza son responsables de mantener a sus familias en medio del caos: encuentran formas de alimentar a sus hijos, buscar atención médica y reconstruir hogares destruidos. Todo esto, mientras enfrentan el trauma de la guerra y las múltiples formas de violencia de género que se intensifican en los conflictos armados.
El escenario no es muy diferente en Ucrania, donde más de dos años de invasión rusa han dejado cicatrices profundas en las mujeres. Las bombas no solo destruyen edificios, también limitan el acceso a hospitales y servicios básicos, obligando a las mujeres a tomar decisiones imposibles. Muchas se han visto obligadas a huir, dejando atrás a sus familiares mayores o poniéndose en peligro de caer en redes de trata y explotación sexual debido a la falta de vías seguras de evacuación.
La guerra no discrimina, pero su impacto sí. Los ataques a hospitales han afectado la salud sexual y reproductiva de las mujeres, mientras que la inflación y la escasez las obligan a elegir entre comida y productos sanitarios. ¿Cómo es posible que, en pleno siglo XXI, la menstruación se convierta en un desafío humanitario en un país europeo?
En Etiopía, la situación alcanza niveles de horror indescriptible. La violencia sexual se ha utilizado como arma de guerra, con crímenes cometidos con una brutalidad escalofriante. Las víctimas no solo enfrentan violaciones sistemáticas, sino también amenazas de muerte y humillaciones étnicas. Estos actos, que constituyen crímenes de guerra y de lesa humanidad, no solo buscan destruir a las mujeres físicamente, sino también aniquilar el tejido social y comunitario.
Lo que ocurre en Gaza, Ucrania y Etiopía no son excepciones, sino parte de un patrón recurrente en los conflictos armados: las mujeres no solo son víctimas directas de la violencia, sino que también cargan con el peso de la supervivencia de sus familias y comunidades. Son cuidadoras, líderes y agentes de cambio en contextos de devastación, pero su sufrimiento sigue siendo una nota al pie en las narrativas bélicas.
La comunidad internacional tiene una deuda urgente con estas mujeres. Es fundamental garantizarles refugios seguros, acceso a atención médica integral y apoyo psicosocial para ayudarles a superar el trauma de la guerra. Además, se deben establecer mecanismos eficaces para investigar y sancionar los crímenes de guerra, especialmente los relacionados con la violencia de género.
Es hora de que el mundo mire más allá de los números y las estrategias militares. Las mujeres en los conflictos no son solo víctimas; son pilares de resiliencia y resistencia. Reconocer su papel y protegerlas es más que un imperativo moral, es una condición indispensable para construir sociedades que realmente puedan sanar y prosperar después de la guerra.
Porque detrás de cada guerra, hay mujeres que luchan, sobreviven y resisten, y sus historias merecen ser contadas, no desde el silencio, sino desde un compromiso global con la justicia y la igualdad.